Acabo de leer este cuento de Juan Rulfo, Luvina, y me dejó una fuerte impresión, una idea que me gustaría escribir en algún lado:
Si Rulfo fuese un espacio geográfico, sería Luvina.
La mayoría de los textos de Rulfo, son así. Grises, propensos a la depresión... también diría que lluviosos. Es como adentrarse en un espacio confinado del mundo, en un lugar alejado de la mano de dios. Me hace pensar que también el universo de Rulfo estuvo alejado de la mano de dios... sobretodo para escribir cuentos tan trágicos.
Hace poco también leí Macario, que en un principio confesaré me dejó una sensación amarga y de disgusto. Pero analizando bien la obra, tiene muchas vertientes, muchas posibilidades, un mundo de preguntas más allá de lo que dejan entrever las líneas que nos ha escrito el autor.
Muchas cosas están inconclusas en los cuentos... ¿quién? ¿por qué? ¿es cierto lo que afirman con tanto empeño?
Son cuentos muy buenos, totalmente diferente a todo lo que he leído. Otra de las cosas que totalmente disfruto, es que si fueran un guión cinematográfico, serían lo opuesto a Hollywood, donde el héroe (antihéroe en casi todos los cuentos de Rulfo), puede cambiar su destino y decidir, y a fin de cuentas, conseguir lo que quiere.
Con Rulfo no hay principio ni fin. Los personajes están como perdidos en un limbo eterno, en el trajinar de la vida que no es más que perpetuidad atemporal; ellos vinieron, mueren, pero otros vendrán. Los muertos nos recuerdan eso, los muertos que muchas veces, como el Luvina, están más presentes que los vivos, más vivos que los vivos.
¿A qué se va a Luvina? ¿por qué se quedan? La gente está enraizada, como la maleza que sube de las montañas y que resiste el viento, rasgando con sus hojas la tierra blanca, como un cuchillo afilándose sobre una roca. Y como esas plantas, se marchita, para dejar a la tierra caliza imponerse sobre los habitantes.
Lluvina es ese espacio confinado en todos los países pobres, en la miseria, en las personas, en la tristeza misma, donde no hay más colores que el gris. No hay tiempo, no hay principio ni fin. No hay mañana, no hay esperanza, ni vida.
Si Luvina fuera un estado de ánimo, sería el estado de ánimo de los personajes de Juan Rulfo.
Porque en Luvina, como en muchos pueblos de México, no se conoce el significado de la Esperanza.
Divagaciones
Sentir. Todo se resume en eso...
jueves, 17 de octubre de 2013
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Epílogo
No puedo creer que tú, el amor de mi vida aún ahora a pesar de todo, estés ahí sentado, mirándome, inmóvil e inmutable. ¡Hay, amor mío! ¡Tú lo sabías! ¡Sabías cuánto te amaba! Sin embargo, te fuiste. Has buscado consuelo en otros brazos, cariño en quienes sabes que no son más que mi reflejo. Y lo sabías muy bien; las buscabas a ellas y me encontrabas a mí.
Es tarde para que lo entiendas. Tu mente es un laberinto que mis labios no pudieron resolver, y del que mi ser jamás pudo salir. Me quedé atrapada en ti… (¿Cómo pensabas que iba a salir?).
¿Te acuerdas cuánto te hacía reír? Tu sonrisa ahora se ha disuelto en el aire; se imprimió en cada cosa que tocaste, en cada rosa que me diste. Pero ellas siguen vivas, y tú no. ¿Que cómo pasó?
Aún te oigo susurrarme en las noches de luna teñida de olvido, porque tus susurros se quedaron en mi almohada y tus pesadillas también. Tus susurros se volvieron mis sueños, y tus pesadillas mi realidad. Se convirtieron en esta realidad que no sabe hacer otra cosa que dibujarte en cada nube, respirarte a cada instante, dolerme a cada paso.
Pensé que te conocía; ahora sé que no. Tu tumba será un canto que no cesa nunca. Una felicidad que jamás llegó.
¿Que cómo pasó, amor mío?
Tal vez lo supimos desde el inicio. Desde tus forzados besos que sabían siempre a despedidas y tus despedidas siempre insípidas, siempre grises. Me descubriste desde mucho antes; me supiste desde la primera vez que me viste. Encontraste en mis ojos lo que más faltaba en tu alma. Y, después de adivinarme entre mil hojas de poemas y cuentos inconclusos, me dejaste. Me dejaste con la promesa de un mañana, pero me quedé atrapada en el ayer.
¡Hay, amor mío!
Ayer que caminaba por la calle, después de dejarte aquí sentado, vi tus ojos otra vez. Los vi en el cielo; ahora eran uno solo. Y como siempre nos pasó, me dolía verlos de frente, tal cuales, desnudos y brillantes. Con tu sola mirada me quemabas la piel. Me lastimaba el verte, te dolía el lastimarle. Tal vez por eso preferimos la noche como cómplice, porque tus ojos se escondían hasta el otro día; porque nos amábamos sin vernos, nos sentíamos sin conocernos. Porque tus ojos no estaban para verme. Porque sólo la luna te aceptaba como mío.
También es tarde para mí. Más que sólo palabras, es una confesión que nadie nunca leerá. Me voy a la estrella más lejana. No sé cuándo, ni sé si volveré.
Porque ya es tarde para mí. Escribo una confesión para un muerto. Yo, que ya estoy muerta. Yo que estuve muerta desde el instante en que respiré tu nombre. Desde el instante en el que me perdí en tu mundo, y me ahogué en tu esencia.
Pero no es un adiós, amor mío.
Es un hasta luego. Es un hasta siempre.
domingo, 13 de noviembre de 2011
viernes, 11 de noviembre de 2011
Homesick
Vivir lejos de casa te hace apreciar el nido que dejaste;vuelas tan alto y tan cerca del sol, que su calor derrite tus alas y extrañas el firmamento que pisaste una vez.
Extraño mi hogar.
Extraño el hecho de que allá siempre tenía un lugar para cada cosa; y si no, mis papás me compraban algo para organizarlo, un mueble extraño y bonito, un armario enorme (y ropa para llenarlo) más muebles inn, gavetas, tocador, etc.
Todo en pos de la organización y de que mi cuarto se viera hermoso.
Ahora lo extraño muchísimo. Extraño que mi cuarto estaba impecable, no porque yo fuera cuidadosa, sino porque mis padres estaban detrás mío, regañándome para componerlo.
En cambio aquí, es semana de parciales, trabajos finales, y se acercan exámenes finales, y esto es una verdadera pocilga; y es que en dos días, tuve tres exámenes y una exposición de trabajo final (de esas donde hay jueces, vestiditos formales y tacones) y muy poco tiempo para comer, aproximadamente dos comidas al día, con mucha suerte (en toda la semana).
La ropa sucia de dos semanas está amontonada en dos canastos enormes que parecen no tener fin; cuando usualmente mi ropa sucia está doblada organizadamente, y cada calcetín con su respectivo par (aunque CLARO, como en vez de pensar en trivialidades como SI MIS CALCETINES COMBINAN, pienso en si voy a pasar el examen de termodinámica -y cómo lo voy a pasar-) en cambio ahora, tengo suerte si consigo aunque sea dos pares del mismo color.
Hay cajas vacías por doquier, cada una con su respectivo montoncito de basura (de papel escolar, claro), y el tocador no tiene comienzo, ni fin. Es como una de esas revistas de buscando a Wally, pero más retador; si consigo mi peine en menos de media hora, ¡ya la hice!.
El refrigerador vacío. Sólo queda miel, pan (los que han sido mi desayuno estos últimos días) mayonesa y otros aditivos que no pueden comerse por sí solos.
Hoy fui al súper y llegando organicé el poco espacio que tengo.
Es viernes por la noche, 09:57, y en vez de salir con mis amigos, estoy acomodando todo... porque así les gustaría verlo a mis padres, porque así se sentirían orgullosos de mi, en fin; porque así me educaron.
Porque se vive mejor cuando cada cosa tiene su lugar en esta vida. Todo, incluso los cuartos, los pensamientos y las prioridades.
Extraño mi hogar.
Extraño el hecho de que allá siempre tenía un lugar para cada cosa; y si no, mis papás me compraban algo para organizarlo, un mueble extraño y bonito, un armario enorme (y ropa para llenarlo) más muebles inn, gavetas, tocador, etc.
Todo en pos de la organización y de que mi cuarto se viera hermoso.
Ahora lo extraño muchísimo. Extraño que mi cuarto estaba impecable, no porque yo fuera cuidadosa, sino porque mis padres estaban detrás mío, regañándome para componerlo.
En cambio aquí, es semana de parciales, trabajos finales, y se acercan exámenes finales, y esto es una verdadera pocilga; y es que en dos días, tuve tres exámenes y una exposición de trabajo final (de esas donde hay jueces, vestiditos formales y tacones) y muy poco tiempo para comer, aproximadamente dos comidas al día, con mucha suerte (en toda la semana).
La ropa sucia de dos semanas está amontonada en dos canastos enormes que parecen no tener fin; cuando usualmente mi ropa sucia está doblada organizadamente, y cada calcetín con su respectivo par (aunque CLARO, como en vez de pensar en trivialidades como SI MIS CALCETINES COMBINAN, pienso en si voy a pasar el examen de termodinámica -y cómo lo voy a pasar-) en cambio ahora, tengo suerte si consigo aunque sea dos pares del mismo color.
Hay cajas vacías por doquier, cada una con su respectivo montoncito de basura (de papel escolar, claro), y el tocador no tiene comienzo, ni fin. Es como una de esas revistas de buscando a Wally, pero más retador; si consigo mi peine en menos de media hora, ¡ya la hice!.
El refrigerador vacío. Sólo queda miel, pan (los que han sido mi desayuno estos últimos días) mayonesa y otros aditivos que no pueden comerse por sí solos.
Hoy fui al súper y llegando organicé el poco espacio que tengo.
Es viernes por la noche, 09:57, y en vez de salir con mis amigos, estoy acomodando todo... porque así les gustaría verlo a mis padres, porque así se sentirían orgullosos de mi, en fin; porque así me educaron.
Porque se vive mejor cuando cada cosa tiene su lugar en esta vida. Todo, incluso los cuartos, los pensamientos y las prioridades.
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Es difícil cuando se le trata de poner etiquetas a los sentimientos, tal vez porque los vemos desde nuestra perspectiva y todo depende del cristal con que se mire. Me deslumbran los sentimientos, dificultándome el poder juzgarlos y reconocerlos.
Ayer empezaron a hablar de sus antiguos amores, con historias con finales felices y otros más pasionales; pero amor al fin.
Y me di cuenta de que yo no tenía una historia así... ni siquiera con Vince, en alemán. Nada.
Sentí un vacío en mí que no pude identificar como nada más que eso. La falta de algo.
Pero en verdad me gustaría poder reconocer qué es lo que pasa y porqué, tal vez me hace falta meditar más, pero sumida entre tantos exámenes, he olvidado, sobre todo, sentir.
Ayer empezaron a hablar de sus antiguos amores, con historias con finales felices y otros más pasionales; pero amor al fin.
Y me di cuenta de que yo no tenía una historia así... ni siquiera con Vince, en alemán. Nada.
Sentí un vacío en mí que no pude identificar como nada más que eso. La falta de algo.
Pero en verdad me gustaría poder reconocer qué es lo que pasa y porqué, tal vez me hace falta meditar más, pero sumida entre tantos exámenes, he olvidado, sobre todo, sentir.
domingo, 30 de octubre de 2011
César
El cielo calla.
Hoy muestra un sol más brillante; más nítido.
Y aunque en esta ciudad nocturna,
ahogada en luces y sumida en humo
no me deje contemplar las estrellas en el firmamento,
Sé que están ahí.
Aunque no las vea, sé que brillan para ti.
Aunque no sepas que existo
Desearía que supieras que yo sueño para ti.
A pesar de que nos separa un mar de indiferencia
que no me he decidido a navegar
quiero que sepas que todos mis suspiros
que todos mis besos y abrazos guardados
que todos mis atardeceres
son todos tuyos.
El cielo calla.
Es el mismo cielo que nos contempla
a ti en tu universo, a mi en una lejana galaxia
pero calla; sólo observa todo lo que no me he atrevido a hacer
escucha el silencio de las confesiones que nunca te haré
siente mi tristeza. Porque tu ausencia me consume lentamente.
Y el cielo sólo calla.
Buen viaje
Me asecha el fantasma del pasado
susurra a mis espaldas
que será mi único compañero
en medio de la soledad.
Y aquí, en el planeta
mi vida sigue siendo la misma.
El mismo drama, los mismos personajes
Y la historia se repite una y otra vez.
No puedo resumir mi vida sobre estas líneas
mi alma no se desborda en simples letras
y aunque de nuevo te escribo estas tristes líneas
(que espero, sean las últimas)
mis suspiros ya no te pertenecen más.
Te dejé; te has ido una vez más de mi vida
para mi sorpresa, el mundo sigue girando
respiro, vivo, y me sigo enamorando
y aunque te escondas en un recoveco de mi alma
mi corazón ya no obedece la tentación de tus fotos
y mis pensamientos te abandonaron en la alacena
junto con todas las cosas podridas
que me dejaron de gustar desde hace tiempo.
[ El viajero toma su maleta.
Titubea; sabe que no volverá más.
Desconoce lo que le espera
y entiende que su presente
es el pasado del futuro.
Ella llora su desventura:
Dice que nunca volverá a amar a nadie.
(Son sólo palabras al aire).
Pero desde el momento en que nacemos
aprendemos que tarde o temprano hay que partir.
Se aproxima el tren. Siente como sus pies se aferran al suelo.
y resuelto a no pensarlo más
sube un pie para entrar al vagón.
De pronto, se arrepiente; decide quedarse
piensa en ella; no pertenece a otro lugar que no sean sus brazos
al volver la vista atrás
ve la estación, a lo lejos. Ve su pueblo, ve a su amada, a lo lejos.
Hasta que se pierden en el firmamento a la velocidad del tren
y las luces se confunden con el cielo estrellado.
No hay vuelta atrás. ]
Titubea; sabe que no volverá más.
Desconoce lo que le espera
y entiende que su presente
es el pasado del futuro.
Ella llora su desventura:
Dice que nunca volverá a amar a nadie.
(Son sólo palabras al aire).
Pero desde el momento en que nacemos
aprendemos que tarde o temprano hay que partir.
Se aproxima el tren. Siente como sus pies se aferran al suelo.
y resuelto a no pensarlo más
sube un pie para entrar al vagón.
De pronto, se arrepiente; decide quedarse
piensa en ella; no pertenece a otro lugar que no sean sus brazos
al volver la vista atrás
ve la estación, a lo lejos. Ve su pueblo, ve a su amada, a lo lejos.
Hasta que se pierden en el firmamento a la velocidad del tren
y las luces se confunden con el cielo estrellado.
No hay vuelta atrás. ]
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